Capítulo 58

Eugene sale del departamento con pasos apurados. Parece inquieto, ansioso, y revisa su celular cada par de segundos. Cuando no mira la pantalla, sus ojos se pierden en la calle, buscando. 

Las vueltas que da en la vereda se vuelven cada vez más rápidas. 

Años atrás, lo había visto por primera vez. En ese momento, llevaba el cabello corto, rapado en la base, tan blanco como ahora, y el uniforme escolar. Quizás no era tan alto, él no recordaba más que las cosas superficiales de ese día. 

Había caminado hasta donde estaban hablando, le había revuelto el cabello a Viktor, que se giró y lo abrazó con fuerza. Después se enteró que eran hermanos. 

Odiaba cuando tocaban a Viktor. Y aunque al principio había pensado que era algo bueno conocer a su hermano, no tardó demasiado tiempo en odiar a Eugene. Después de todo, que se hubiesen alejado era su culpa también. Pero no podía hacerle daño.

Un amante casual, un amigo con malas intenciones, un desconocido que intenta ser más que eso, todos ellos eran descartables. Sin embargo, Viktor era un omega, los omegas eran demasiado apegados a sus familias de sangre. 

No iba a perdonarlo. Y no se iba a arriesgar a eso.

Y sin embargo…

Sería tan fácil deshacerse de él, ni siquiera necesitaba acercarse, si le lanzaba una piedra seguro que el muy idiota iba a tropezarse, y con las veredas angostas como eran, iba a caer en la calle. Los autos pasaban muy rápido, su celular seguramente iba a revelar que estaba siendo usado sin parar durante los últimos diez minutos, nadie iba a pensarlo dos veces antes de llamarlo accidente. 

Eugene. 

El alfa inútil. 

No había sido capaz de protegerlo como se merecía, ¿y aún así podía vivir con él? ¿verlo cada día al despertar?

Esa era la cara injusta del mundo. 

Viktor salió por la puerta de vidrio, y de lejos no podía apreciar sus ojos grises, pero solo tenía que ser paciente. Subieron a un auto y se alejaron del edificio hasta adentrarse a un barrio decente, lleno de casas pintorescas y parecidas entre sí. 

Cuando se paran lado a lado, frente a la puerta, puede escuchar cómo Viktor lo alienta. 

–Te van a querer, no podemos quedarnos parados toda la noche acá.

Extraña escucharlo tan relajado, a veces parecía que había pasado toda una vida entre el niño risueño y dulce que había conocido años atrás y este joven tan serio y cerrado en el que se había convertido. 

Sin embargo, no podía distraerse, necesitaba saber todos los detalles que pudiera recopilar en esos segundos, la iban a servir.

–¿Estás seguro de que querés conocerlos? Sé que no te gustan esta clase de reuniones y…

–¡Son tus destinados! Estoy seguro de que todo va a salir más que bien. O sea, es diametralmente improbable que algo me haga odiarlos. 

Sonríe. Por suerte estaban ahí por el mayor de los Dmitriev, sino…

Eugene abraza a su hermano menor, que casi le saca una cabeza, y él no puede evitar recordarla a ella. Emille Park.

Esa alfa era un ensueño. Alta, delgada, con ojos color miel y el cabello de un rubio cereza irreal. Todos sospechaban que se teñía, pero el color se le veía demasiado natural como para imaginarla con otro tono. Sus pestañas cortas le enmarcaban los ojos con destellos de luz y tenía una voz calma, perfecta para alguien de pocas palabras como ella. 

“–Me das asco” 

Había sido bastante concisa esa mañana, el día después de que Eugene, entonces su novio, se revelase como alfa. 

“–Me dijiste que me amabas”

“–También le dije a mi madre que jamás probé el alcohol. A esta edad todos mentimos.”

Y es que era obvio, todos esperaban que Eugene fuese un omega, pero al no serlo ¿por qué una alfa perdería tiempo con él?

“–¿Por qué tenés que hacerme esto? Somos un equipo, Milly”

En dos segundos la alfa había cruzado el pequeño espacio que los separaba para asestarle un puñetazo en la nariz. Y otro. Y una patada. Y todo hubiese seguido su curso natural de no ser porque Viktor era un ángel. 

Siempre dispuesto a ayudar a los demás. Siempre listo para meterse en problemas aunque él no tuviese la culpa de causarlos. 

Había terminado en la enfermería, y el colegio tenía reglas estrictas cuando se trataba de cachorros golpeados, así que sus pendieron a Emille. 

Después de eso se volvió una paria social y ya no pudo volver a hablarle. Al menos no en público. Él le tenía terror a las personas entonces, aún no sabía defenderse, pero Viktor lo había entendido, hasta le había jurado que lo querría a pesar de todo. Siempre. 

Por algo eran destinados. 

Frente a la puerta desconocida (y a la vez vagamente familiar) donde se encontraban, Viktor se tensa de repente. Como era de esperarse, Eugene ni siquiera se da cuenta, pero él sí.

Con el ceño ligeramente fruncido, se gira en su dirección, y él contiene el aire. Las fosas nasales de Viktor se ensanchan, hubiese sido imposible de percibir para él si no hubiese estado prestando atención de la forma en que lo hacía, y sabe que está buscando un rastro en el aire. 

Es una pena que no sepa qué buscar, aún.

La puerta frente a ellos se abre y Viktor deja de olfatear en su dirección casi de inmediato. Tal cual al llegar, no lo ve irse.


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