Capítulo 38

Cuando Yoonjun la levanta en brazos y corre fuera del cuarto, Nova corre detrás de él, su lobo a punto de tomar el control por completo antes de que un par de brazos la detengan.

–¡No es el momento!– le grita Eros en el rostro, aún cuando ella no entiende a qué se refiere con esas palabras.

–¡Hyori!– atina a responderle, en el mismo tono, como si con ello le explicara algo. El chico frunce el ceño y la arrastra hacia atrás, hasta sentarla en su asiento, y aunque él la suela, Tate, al otro lado, no lo hace.

El profesor pide que busquen algo para limpiar la sangre en los cerámicos blancos, su voz refleja preocupación pero sus ojos están clavados en Nova.  Tienen un protocolo que seguir, así que se para en la puerta, asegurándose de mantenerlos a todos en el salón.

–¿Tenés idea de que le puede haber pasado?– murmura Eros.

–No sé, quizás era menos sangre de la que parecía pero se descompensó de la impresión… no?– Tyson responde y solo entonces Nova nota que él y sus amigos están ahí, así que le gruñe.

–Claro, Hyori jamás vio su propia sangre, eso debe impresionarla mucho– ironiza Leto. Tate le da la razón con un gesto.

En todo ese rato la mirada de Baku se centra en Nova, que se la devuelve con un desafío implícito. Poco a poco, el aroma a incienso dejaba de ser lánguido y débil para ser sahumerios milenarios entrando en combustión, y Nova sabía que ella misma estaba emanando inundaciones, cuando Eros los interrumpió.

–Y vos, ¿Cómo vas a querer atacarla en ese estado?– la regaña, pegándole en el hombro y rompiendo su concentración. –¿Me recordó a eso de los tiburones? que huelen sangre y se vuelven locos– divaga, entre impresionado y disgustado.

Una parte de Nova solo quiere señalarle lo estúpido que suena con cada palabra que sale de su boca, gritarle que haga silencio, que la deje intentar almenos escuchar fuera del cuarto, aún mientras sabe que no va a escuchar lo que quiere saber.

El problema es que no puede hablar.

Literalmente no puede hablar, tiene las palabras atragantadas en un nudo que no se afloja con los minutos que pasan. Y los colmillos crecidos en su boca no ayudan.

Ella olió la sangre antes que nadie. Sus uñas dejaron surcos en el banco que ocupa y ahora se clavan en sus propias manos, mientras trata de controlarse y no atacar a sus amigos. Tiene astillas bajo las uñas y dolor en las encías.

Aún así, ¿eso cambiaba algo? de haberse levantado en el momento en que sintió que algo estaba mal, ¿habría atajado su caída? ¿Habría cambiado el hecho de que no sabía qué le pasaba? ¿Habría podido ser ella quien la socorriera? Y fuera de su propio ego ¿cambiaba algo quién era la persona a su lado en ese momento?

Tate y Eros parecen distraídos, hablando con leto, y el profesor ya está desconectando el proyector. Nadie la mira dos veces. ¿Puede correr a la enfermería? ¿Alguien se animaría a detenerla una segunda vez?

Lo peor, ellos lo intentarían, genuinamente pensando que era capaz de atacarla en ese estado. Que ese era el tamaño del desprecio que sentía por ella.

¿En qué momento llegó a esa posición? ¿En qué momento había conseguido que nadie imaginara que ella podía preocuparse por Hyori?

Y ese pensamiento es el que la destroza. El que logra dejarla fuera de combate, sentada en ese asiento incómodo y estúpido, mirándo el mundo ignorarla.

Al final del día, no importa si alguien la puede detener. No importa si la dejan llegar a la enfermería. Al final, no es esa la razón por la que no puede hacer nada.

No puede correr detrás de Hyori porque nadie confía en ella. Nadie va a creerle si quiere verla, llevarla al hospital más cercano, romper todas las reglas por ella. Y Nova es fuerte, lo sabe, pero hay lobos más fuertes. Solo lograría retrasar la ayuda que Hyori necesita.

Así que, quizás, ese era el castigo que merecía por ser una miedosa y una mentirosa, ¿verdad?

Si algo le pasaba a Hyori, iba a ser la última en enterarse.

No puede hacer una mierda porque no le corresponde ese lugar, porque se encargó de que no le corresponda. Lo sabe, así que aprieta los dientes. La escena es estática ante sus ojos, con el olor penetrante de la sangre inundando el salón, incomodando a todos, desesperándola solo a ella.


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