Capítulo 30

Era un día como cualquier otro, Nova recorría los pasillos como una estudiante como cualquier otra. Invisible y silenciosa. 

Los murmullos sobre ella y Hyori llevaban dos semanas sin perseguirla, lo cual era bueno. Las personas habían olvidado todo después de notar la distancia entre ambas. La gran, silenciosa, contundente, distancia entre ambas.

Al girar en el pasillo la vió. Hyori estaba parada cerca de la entrada, hablando con uno de sus hermanos sobre algo. 

Su cabello, largo y espeso, le cubría los hombros como una capa, y al igual que el de su hermano, se veía más marrón que negro bajo el sol del medio día. Nova no podía verle el rostro. 

Su hermano, de pie frente a ella, tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados, pero aunque su postura era tensa, la calidez en sus ojos daban cuenta de que no estaba enojado. Estaba molesto y preocupado, el aroma a chocolate amargo, rozando lo quemado, llegaba fácilmente a la nariz de Nova.

Sin embargo, había algo que no encajaba en la escena. Algo sin nombre.

Se acercó a ambos casi sin pensarlo dos veces, consolándose con que debía pasar por ahí de todas formas. Su intención era pasarles por el costado, simplemente caminar hasta dónde podía distinguir la voz de Micka y las risas de Boyko. En secreto, su deseo era verla voltearse antes de llegar a su lado. 

O, quizás, solo saberla siguiendo sus pasos con la mirada. Asegurarse de esa simple muestra de interés. De que aún le importaba, aunque fuese un poco.

A menos de dos metros de ambos Hyori ya la había olido, lo sabía, pero para su sorpresa, ni uno de sus músculos había reaccionado. Siguió avanzando, sus pasos decididos como ella no se sentía, después de todo, fingir era su mejor talento. Solo la delataba su aroma, ligeramente ácido. 

Una diminuta voz en su cabeza estaba indignada, porque le afectaba algo que no debería sorprenderla. Nova sabe lo que pasó entre ambas, y sabe que gran parte de la razón por la que ni siquiera hablan pesa sobre sus hombros. Ni siquiera debería buscar una reacción.

Aún así, saberlo no cambiaba nada.

Hyori no se inmutó cuando ella pasó por su lado. Su hermano sí.

Sería su aroma, el reconocimiento de sus facciones o coincidencia, pero pronto se encontró con la mirada alerta de Seth, y con sus ojos dolorosamente marrones, dolorosamente idénticos a los de Hyori. 

Al final llegó con sus compañeros de equipo, y por más que su sonrisa fuera brillante y su confianza inquebrantable, ellos la miraron de esa forma. Estaba segura de que lo hacian, y se le revolvía el estómago. Lástima, extrañeza, disgusto. Ojos dispuestos a hablar de ella. Por ella. Y la compasión, esa que no quería ni necesitaba. 

Había intentado prevenir ese momento y había llegado de todas formas. 

Despidiéndose con alguna excusa, tan rápido como llegó al grupo se fue, apurando el paso. 

Hyori no volteó a verla ni por un instante.


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