Epílogo

Camina por la calle, los auriculares blancos resaltando contra el algodón suave de su campera negra. Los ojos, grises y profundos, fijos en el camino, distraídos en sus pensamientos. 

Lleva una bolsa de tela blanca en la mano derecha, donde puso las compras que acaba de hacer; Una bolsa de queso barato, fideos, salsa concentrada, tres tomates, una bolsa pequeña de arroz integral, un frasco de café y jugo para preparar sabor durazno. 

El jugo de durazno es su favorito, aunque prefiere el natural y no para preparar, pero no tienen demasiado dinero este mes.

En la mano izquierda lleva una caja de chocolatada abierta, que toma de a poco. 

Eso es nuevo, sabía beber jugo en caja, pero nunca chocolate con leche. Quizás por eso tiene algo de acné en las mejillas. 

No es como su nuevo gusto le quite algo de su belleza, pero le hace sentir una incomodidad extraña el saber que algo cambió en esos meses que no se vieron. 

Usa la llave en su bolsillo para abrir la puerta del edificio y se adentra, sus pasos silenciosos hasta el elevador. 

Quince minutos después su hermano sale por la misma puerta, cerrando la puerta detrás de sí, ojos fijos en su celular mientras sonríe. 

Un taxi se detiene poco después frente al lugar y él se sube con confianza. 

Ahí es cuando se anima a acercarse a la puerta.  

Conoce su puerta, la forma en que el óxido arruina los números bajo la mirilla, el nombre de los vecinos de cada departamento y que el hijo del conserje del edificio tiene malas notas en física. Que necesita un tutor para las vacaciones. 

Sin embargo, esta vez solo mira unos segundos el portero electrónico, antes de presionar el pequeño botón junto a su apellido.

–¿Sí?– responde su voz dulce, igual que siempre. Él solo lo escucha en silencio. –Eugene, decime que no te olvidaste las llaves porque te voy a dejar afuera– regaña. 

Espera en silencio una respuesta que no va a llegar, y cuando se da cuenta (inteligente) resopla y cuelga. 

Él toca otra vez.

–¿Son los mocosos bromistas otra vez? ¡ya les dije, voy a buscar a sus padres!

Esta vez lo deja hablando solo. No andan autos en la calle, así que camina hasta la mitad del pavimento helado. Solo desde ahí puede ver perfectamente la ventana.

Cortina blanca, luz encendida. Unos segundos y lo ve asomarse, buscando en la esquina como si fuera a encontrar niños molestos, cuando mira la calle él ya está fuera de su radar. Sabe que sigue enojado con él, pero le ofreció un poco más de su aroma, y eso es suficiente. 

Al menos para Ash.


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Capítulo 4