Capítulo 58

Era la quinta vez que se volteaba.

La cama de Micka era iluminada por la luz de la ciudad, pero ella dormía con la boca abierta, babeando toda la almohada. Nova no pudo evitar hacer una mueca, pensando en la persona que limpiaría ese cuarto al día siguiente. Enfrentó el techo blanco con una mirada hueca. 

No podía dormir. 

Había una incomodidad extraña bajo su piel, que no dejaba de recorrerla constantemente. Cerraba los ojos, contaba hasta cien, imaginaba alguna historia, pensaba en comida… Nada lograba adormecerla.

Cansada y con dolor en la espalda, se incorpora en la cama. Micka no da señales de vida, así que se decide. Sigilosa, sale de la cama y se escapa del cuarto.

Abre la puerta, que se mueve como la seda y le mantiene el secreto, y sale al pasillo. La luz blanca lo ciega unos momentos, entre sus manos lleva una campera ligera y sus converse negras. Toma las escaleras y decide subir a la terraza.

Se le antojaba un paseo por la calle, pero no llevaba documentación o la llave del cuarto; no tenia forma de demostrar que se alojaba en el hotel si la atrapaban fuera. De todas formas, el techo frío no estaba tan mal.

La puerta se encontraba sin llaves, una vez fuera el viento le acarició el rostro y la hizo sonreír casi de inmediato. La noche era una bóveda oscura sobre su cabeza mientras la luna nueva les daba la espalda, las estrellas brillaban en lo alto. 

Siempre hay luces para quién las busca. ¿Verdad?

Un mural rodeaba los bordes, llegando a sus costillas. Se apoyó en él con los codos, piedras minúsculas enterrandose en su ropa y piel. Todos dormían, pero la ciudad parecía más viva que nunca. 

¿Habría en alguna otra terraza alguien que mirase las mismas estrellas que ella en ese momento? ¿Alguien que pensara en lo pequeño del mundo, en los grande del cielo, justo en ese momento? Seguramente.

Su lobo, entre tanto silencio, logra hacerle saber que tiene miedo, que eso es lo que la mantiene despierta. Ella es su lobo, su lobo es ella. 

Nova tiene miedo. La pregunta ahora es ¿a qué? O quizás... ¿A quién?

Y la respuesta está ahí. En el silencio, en su cabeza. La respuesta se eleva alto en su mente, la obliga a verla. Pero Nova cierra los ojos. Porque tiene miedo. Porque la respuesta puede esperar.

Y vuelve a su cuarto.

Decide tomar el ascensor. Su cuarto está en el cuarto piso del edificio pero, por descuido, aprieta el botón de planta baja, justo debajo. Así que rueda los ojos. Presiona el botón que debía y se dispone a esperar. 

La sorpresa invade su rostro cuando se abren las puertas en el piso incorrecto, pero aparece el rostro correcto, y la jaula de metal se llena de olor a café.

–Oh– es lo único que susurra Hyori, su boca en una perfecta 'o' mientras sube al ascensor. Tiene una taza de té a medio beber entre las manos, las mejillas sonrosadas desde antes de verla y los pies envueltos en medias verdes con patitos blancos.

–¿Paseo nocturno?– pregunta Nova, mientras el tiempo parece pasar demasiado lento.

–Tenía frío– se justifica la omega, encogiéndose de hombros antes de sorber un pequeño trago de su taza. Puede oler la manzanilla. pero café es demasiado fuerte 

–Tu celo está cerca, verdad?– Hyori la mira sin saber qué responder, así que se apura a agregar –escuché cuando hablaste con la profe.

–Gracias por no mencionarlo en el grupo, supongo– murmura sin mirarla. 

–No hay problema…

La tensión es extraña. Nova mira hacia cualquier lugar excepto hacia la omega, tratando de ignorar su propia respiración irregular. Hyori acomoda mechones de su cabello desordenado, mirandose en

el espejo con ojos distraídos, sus pies se pisan y retuercen entre ellos. Había presionado el botón del tercer piso, pero Nova baja antes, sin voltear a ver como las puertas se cierran, sin avanzar en el pasillo.

Se queda congelada, con una sensación de falta que no puede entender y una confusión que no logra desentrañar. Otra vez está sin estar.

Entonces, reacciona. 

Corre a las escaleras, bajando un piso mientras se queda sin aliento.

Su cuarto es el 3c, lo sabe porque prestó atención mientras hablaban de eso. Lo sabe y de todas formas se siente insegura. Pasa tres minutos enteros, mirando la puerta cerrada frente a ella. 

¿A qué le tiene miedo?

Piensa en Hyori. 

Piensa en su enojo, en el dolor de su mirada. Pero después... no puede dejar de verlo sonreír. 

Piensa en sus manos, apretadas en puños sobre su abdomen, abrazándolo con fuerza sin desear más. 

En sus manos, apretadas en puños sobre su abdomen, mientras apoya la punta de su pequeña nariz de botón y la arrastra sobre su piel.

Piensa en las cosquillas.

Piensa en el miedo.

Piensa que no quiere pensar más.

Entonces, golpea la puerta con suavidad.

Son las dos de la madrugada, las luces en la habitación de Hyori están apagadas cuando abre la puerta. Solo existen destellos de los faroles naranjas de la vereda y la luz blanca del pasillo en el que Nova está parada. 

Sus ojos y los de Hyori, que parece una ilusión entre tanta oscuridad, se encuentran al fin y es como si se hubiesen buscado. Porque no era frío, no era insomnio. Era 'ese' algo...

Pero Nova no quiere pensar más, esa noche no. Y Hyori parece entenderla de las formas más extrañas. Le sonríe, somnolienta, y se aparta un poco de la puerta para dejarla entrar. Caminan en la penumbra, sin dirigirse la palabra. Pero a veces las palabras no son necesarias.

Cuando sus labios se tocan y se siente como la primera vez...

Es casi surrealista. La forma en que la piel se eriza, la forma en que el corazón se acelera. Cuando la emoción recorre el cuerpo, de pies a cabeza, y se siente como si pudieses romper a reír en ese preciso momento. Tendría sentido en su propio sinsentido, reír a carcajadas, porque se siente como tener hormigas en el esófago, que corren una carrera extraña por todo el pecho, en todas direcciones. Porque si no nos reímos, seguramente lloramos. 

Pero no es pena, no hay dolor, y no es gracioso. 

Es una mota de polvo, justo entre las costillas, a punto de convertirse en el siguiente big-bang. 

¿No le daría miedo a cualquiera? Porque Hyori está aterrada.

Están sentadas en la cama junto a la ventana, con las sábanas blancas bajo ellas apenas arrugadas. El pijama de Hyori es la camiseta que usó para viajar y su medias de patos se enriedan juntas mientras engancha sus pies tras las caderas de Nova. Sus besos siguen sintiéndose iguales al primero (siempre que se besan se siente igual).

Cuando sus labios se encuentran la estremecen de pies a cabeza, igual que la primera vez.

Tiene las manos enterradas en su cabello, la respiración irregular y los labios hinchados, pero no se detiene. Y Nova simplemente se aferra a su cintura, porque le sirve de eje. Si no se aferra a ella, podría perder la gravedad y volar por la ventana, (podría jurarlo), es la sensación más estúpidamente real que ha sentido en mucho tiempo. Las caderas de Hyori, sin embargo, no se mueven. No lo hicieron desde que se sentó sobre sus piernas. Sus propias manos no están buscando un camino para quitarle la ropa lo más rápido posible. 

De a poco, Nova comienza a resbalar en las sábanas, hasta apoyar su cabeza en la almohada fría. Hyori la persiguió en su descenso con tranquilidad, sus piernas doblandose mientras deja el peso de su pecho entero sobre el de la alfa, que se gira con el brazo aún apretandole la cintura. La omega se enrosca y deja que el suave olor a tierra húmeda la envuelva. La alfa tira de las sábanas, completamente somnolienta, hasta cubrirlas a ambas.

El sonido de la respiración, cuando un brazo se aprieta en torno a un otro solo porque puede hacerlo, la nariz hundiéndose en el cuello ajeno para buscar calor, la oscuridad que se cierne sobre los cuerpos y los acuna, los protege. 

Nova y Hyori esa noche son más que dos cuerpos silenciosos. Son más que la necesidad que sienten de existir gravitando en torno a la otra.

Y, aunque les de miedo, aunque finjan no saberlo, aunque no sepan (nadie sepa) lidiar con necesidades que no sabían que existían. Aunque Nova despierte en cinco horas y regrese a su cuarto, confundida pero en paz, aunque Hyori se despierte sola, y tenga miedo de sonreír. 

Hyori y Nova, a las dos de la madrugada, son más que dos cuerpos silenciosos.

Solo tienen que vencer el miedo para saberlo.

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