Capítulo 50

–¡Por eso! lo dije hace diez minutos– grita, claramente frustrada. 

Nova rueda los ojos. 

–Hace diez minutos no tenía nada que ver con el tema– le grita en respuesta.

Hyori la mira, sus mejillas pierden segundo a segundo el color rojizo que habían conseguido. Tiene el cabello casi completamente suelto, hundió tantas veces sus manos en él que Nova perdió la cuenta, y luce más confusa que enojada.

–Chale, si es cierto– responde finalmente, relajándose en su lugar.

Encogiéndose de hombros, deja el lápiz (con el que había amenazado a Nova) y se acomoda en la alfombra, dispuesta a seguir leyendo.

Cuando  sucedían cosas así, Hyori la confundía más de lo que podía explicar. 

Habían discutido un largo rato sobre el mismo tema, dejando la sala apestada en sus aromas -habían llegado a gruñirse-, y de la nada ella admitía que estaba equivocada y ya estaba.

Sus peleas siempre eran eternas, y en algún punto Nova había asumido que ella era así; alguien dispuesto a no perder jamás, aún sabiéndose equivocada. 

Pero eran momentos como esos donde se preguntaba si estaba equivocada. Si Hyori era algo más que una terca adicta a los problemas. Si no había malinterpretado algunas cosas.

Hyori tanteó la mesa hasta encontrar el lápiz que había estado usando. Lo mordisqueó un poco antes de anotar algo en las hojas. Nova la observó apoyándose contra el sofá con pesadumbre, visiblemente aburrida por la tarea.

Su estómago se retorció. De buena forma.

–Voy a preparar café

Ella solo asintió, demasiado concentrada.

–¿Podrías darme un vaso de agua?– le pregunta un rato después.

La alfa se gira, levantando una ceja. Hyori tiene el mentón apoyado en el respaldo del sofá y procura verse adorable al agregar un suave –el café me hace mal si no bebo algo antes–.

Nova se ríe, probablemente por la ironía -ella huele a café- pero asiente. Llena un vaso mientras ella se acerca y lo deja sobre la piedra, girandose a bajar un par de tazas de la alacena.

Mientra bebe, la observa. Pantalones grises de algodón suave, un poco arrugados, medias negras desgastadas y cara de recién levantada. Su camiseta era grande y suelta, con la publicidad de una empresa de viajes. Nada especial.

Entonces ¿qué era lo que le revolvía el estómago?

Su aroma estaba en cada parte de la sala, llenándolo todo. ¿Así se había sentido ella al ir a su hogar por primera vez?

Abrumada.

Desviando la mirada nota algo que llama su atención. En la base de su cuello un chupetón que se desvanece sobre su piel, uno que ella sabe que le hizo la semana anterior. El agua se atora en su garganta y sube por su nariz, quemándola. 

¿Por qué se alteraba así?

Cuando pudo respirar tenía su rostro demasiado cercano al de ella, observándola con preocupación. Detrás de ella la cafetera echaba vapor, el olor mezclándose con su propio aroma.

–¿Estás bien?– preguntó asustada. 

A Hyori se le ocurrió que tenía manos hermosas -piel uniforme y suave, dedos largos de uñas redondeadas- mientras la veía aferrarse a sus brazos temblorosos. 

–Si

Hyori frunce el ceño, el dolor recorriéndole la garganta y la nariz. Algo la incomoda, así que bate las pestañas hasta deshacerse de las lágrimas.

Tiene la camiseta pegada contra la piel y los jeans húmedos en la cintura. Deja el vaso de agua sobre la mesada. 

–Estoy bien, pero ¿tenes una toalla?– pregunta señalando su pecho.

La alfa la observa con un gesto pensativo, como si no entendiera que se vació el vaso arriba, y no resulta incómodo hasta que Hyori nota su sostén marcándose en el blanco de la camiseta. 

–Seguime– ordena, caminando a un pasillo.

La casa despide un suave olor a lirios y savia de árbol, concentrado en la puerta más alejada. En las paredes alcanza a ver algunas fotos; una pareja de sonrisa cálida y ropa elegante, un hombre y un bebé en un picnic frente a un río, un cachorro adorable de rizos azabaches.

Entraron en una habitación muy iluminada y espaciosa. La cama estaba tendida y la ventana abierta, dejando ver un pequeño jardín con plantas. Las abejas bailaban alrededor de las flores más cercanas, sus zumbidos tranquilos girando con ellas. De vez en cuando, una mariposa amarilla o blanca paseaba en círculos hasta desaparecer. Como imaginaba, el aroma de Nova estaba arraigado en cada rincón del cuarto. 

La piel se le erizó un poco.

–Acá– llamó, tendiéndole una toalla y una remera.

Ella le agradeció sin mirarla demasiado, dejando las cosas sobre la cama y quitándose la camiseta sin pensarlo demasiado. Secó su pecho con la toalla, y rodó los ojos al notar que el sostén ya estaba mojado por igual -también se deshizo de él-. 

Su camisa era un talle más grande, de algodón negro y, suave. Olía a jabón y a ella.

La alfa había acomodado la suya en el respaldo de una silla. –Supongo que se va a secar para la noche, puedo llevártela mañana. A la reunión– aclaró sin mirarla. 

Mientras salía frotó una mano en su nuca, nerviosa.

–Genial... lindo cuarto, por cierto– halaga Hyori antes de regresar a la sala. 

Y si se sentía orgullosa de ver a Nova nerviosa por su culpa, procuró no demostrarlo.


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