Capítulo 44

–Voy al baño

No esperó a escuchar su respuesta.

Caminó al baño del cuarto piso sin emitir ni un sonido más. No le importó en lo más mínimo remar contra la marea en los pasillos o recibir miradas amonestadoras de diferentes profesores. Su cara de poker convencía a cualquiera de que no había razón para interrumpirla, la ira en sus ojos los espantaba de hacerlo.

Esa parte del pasillo estaba vacía, pero eso no era una sorpresa. Años atrás una tubería del desague se había reventado en el lavabo, pero el consejo escolar decidió que había cosas más urgentes en las que gastar el dinero del colegio.  

Apilados frente al umbral, impidiendo el paso, había bancos y sillas en desuso (y rotos). Hyori se coló por encima de un banco, entre dos sillas oxidadas. 

Los mosaicos blancos estaban cubiertos por una capa de suciedad; grasitud mezclada con la tierra que entraba por la ventana rota. Había un par de dibujos obscenos en los retretes sin puertas, olor a mota y a alguna clase de alcohol (o varias mezcladas), preservativos usados en el suelo y colillas de cigarros por doquier.

Dejó sus carpetas y libros del día sobre la pared que separaba los cubículos de la zona común. Sus pasos hacían eco y la irritaban cada vez más.

Se detuvo frente a un lavabo sucio, con las manos le temblandole de furia.

–Estúpida– murmuró. 

Apoyándose en la cerámica se enfrentó al espejo.

Tenía el rostro enrojecido por el esfuerzo que hacía para no llorar.

Se sentía tan tonta. Débil. Humillada. Y ella no había dicho ni siquiera una palabra. 

Probablemente esa era la parte más humillante. Los efectos que su silencio había provocado en ella; la ira que no debería estar sintiendo, el dolor que no debería recorrerla.

–Estúpida– repitió.

El nudo en su garganta creció y creció, hasta que un grito le brotó desde adentro.

Nadie la escuchó, se encargó de cubrirse los labios y doblarse sobre sí misma. Camuflarlo con gruñidos.

Podía notar como perdía el control a pasos agigantados.

Las manos le temblaban sin parar, la cabeza le daba vueltas, pero ella solo podía repasar en su mente todo que había pensado, ingenuamente, la noche anterior.

Un par de lágrimas le rodaron por la cara cuando cerró los ojos, apretandolos para no verse. Al abrirlos su reflejo solo empeoraba. De un segundo para otro, su boca se sentía llena, había una capa de pelo rojizo en el dorso de sus manos y sus uñas eran garras largas. No era una transformación completa, en el espejo podía ver sus orejas en punta, velludas y enormes

Su primera transformación y era por culpa de ella

Un golpe y lo partió en pedazos.

Trozos desiguales de vidrio cayeron a sus pies, partiéndose de nuevo contra el suelo y volando por doquier.

Recordó la sonrisa de Nova mientras se besaban, y una oleada de náuseas la mareo. Vomitó el desayuno sobre el lavabo.

Como pudo se alejó hacia la ventana, también había un lavabo junto a esta así que se mojó el rostro y enjuagó la boca. En esa parte no había espejo.

Respirando hondo miró el techo. Blanco, descascarado, con una tela de araña seca meciéndose con la brisa. Cerró los ojos, poniendo atención a los ruidos en la calle, en las aulas, alguien fritando algo en la cantina. Se concentró en ellos, en todos y todo, en nada.

Su boca se sentía normal, y tan rápido como había llegado, el maremoto se había ido, dejándola a solas con el vacío.

Al pasar, se miró en lo que quedaba del espejo que había roto. Lucía normal.

Tenía sangre en la mano, y algunos vidrios astillados aún clavándose sobre y debajo de su piel, y probablemente también en las piernas, donde la falda no la protegía. 

Tomó los libros y caminó con calma hasta la enfermería. De todas formas ese día iba a llegar tarde a la clase de filosofía, así que bien podía llegar sana ¿verdad?

Dejó un camino de gotas rojas por las escaleras.

¿Y Black? 

Se podía ir a la mierda.


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