Capítulo 11

Dohyun se dispuso a cruzar la calle con los ojos fijos en Hyori, listo para desenroscarle la cabeza de un solo sape. Emilia apretó los dedos en su muñeca, deteniéndolo a tiempo para no ser atropellado.

–Dodo, no la golpearon,– le hace notar, su voz tan aterciopelada como amonestadora –no es necesario que la regañes por asustarte.

Mantuvo la mirada de la chica como si se tratase de un reto, aún cuando sabía que no iba a ganarle. Ella frunció el ceño y eso bastó para que se rindiera. Soltó el aire que sostenía y asintió, resignado. 

Emilia le sonrió y él no pudo más que devolverle la sonrisa. 

Siempre había tenido ese efecto en él. Aunque en los últimos meses era peor.

–¿Van a cruzar?– preguntó Seth, de brazos cruzados y sonrisa divertida. Dohyun rodó los ojos y lo empujó al pasar por su lado.

Seth se adelantó trotando hasta la menor de los Park. Emilia y Dohyun lo seguían de cerca, y cuando casi los alcanzaban, lo sintieron.

El cabello casi blanco llamó la atención de Emilia, que siempre había sido la más observadora de los dos. Se le ocurrió que era un tono difícil de llevar, a menos que nacieras con él. Luego escuchó el murmullo de su risa y le importó un bledo el cabello. Dohyun se había estremecido de pies a cabeza cuando el suave aroma a madera había llegado a su nariz, el calor abrazándolo desde el cuello. 

Sin embargo, empujó la sensación al fondo de su estómago, tirando aún más la mano de la chica para continuar su camino. 

Ella no se resistió, apretando la mandíbula mientras se volteaba hacia él.

De alguna forma ambos podían sentir lo mismo, pero también era cuestión de mitigar el instinto y encender el sentido común. No podían arriesgarse.

No ahora.

El peligro de que un alfa conservador se ofendiera por sus miradas era serio, y que quisieran golpearlos los preocupaba lo suficiente como para nunca arriesgarse. 

Después de todo, a su edad aún eran muchos los alfas que rechazaban a cualquiera que no fuese omega, y no eran amables al hacerlo. 

Sin embargo, era quizás la primera vez que ambos se fijaban en el mismo.

Para cuando prestaron atención a la conversación, Seth y Hyori se burlaban de ellos abiertamente.

Y quizás fue el destino. 

De un momento al siguiente, ambos grupos habían comenzado a caminar hacia direcciones opuestas al mismo tiempo. E inevitablemente iban a cruzarse.

Casi sin notarlo, Emilia apoyó su mano en el hombro de Dohyun, abrazándolo protectora por encima de la mochila. Él atinó a fingirse absorto en el celular, mostrándole algo a la beta mientras evadían limpiamente el grupo.

Ambos notaron la mirada del alfa rubio, pero no hablarían de ello.

Hyori, tensa, parecía retar a Black con la mirada, como si esperase una provocación que nunca llegó. Nova simplemente le regaló una sonrisa cordial, agitando apenas su mano en el aire, un pequeño saludo dulce que no combinaba con el brillo divertido en sus ojos.

–Pedazo de mierda pretenciosa– murmuró ella entre dientes, viéndola apartar la mirada con altivez.

Seth no la escuchó, estaba demasiado ajeno a la situación para hacerlo. 

Tenía los ojos desenfocados, clavados en la pintura saltada de sus uñas, los labios entreabiertos y cara de pasmado. Su nariz no dejaba de registrar un suave olor a pergaminos y era lo único en lo que podía concentrarse. 

Estaban en una vereda, a cielo abierto y lejos de las bibliotecas más cercanas, y el aroma familiar se sentía cada vez más y más cercano. Cuando chocó contra un amplio pecho cálido entendió el por qué.

El omega olía a pergamino y tenía los ojos grises más dulces que había visto en su vida. 

Cuando se miraron el mundo se detuvo un segundo entero, tan cursi y estúpido como eso sonaba. Una eternidad entre paréntesis.

Viktor jamás había sentido el tiempo correr más lento, incluso cuando su corazón acelerado le retumbaba en los oídos. Seth apretó los dientes ante el escalofrío en su cuerpo.

Y continuaron sus caminos.

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